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Texto Libre

11 mayo 2009 1 11 /05 /mayo /2009 21:58
      Me tomó del brazo y me arrinconó junto al baño que estaba a la salida del corredor de la casa, y antes de colocar sobre mis piernas el primer juetazo, me dijo: “Tiene que ser honrado y leal, jamás, incluso después de que muera, le perdonaría que dejara de ser cualquiera de las dos cosas”, y procedió….

La pela no era propiamente para fortalecer una virtud, sino para sancionar una mala acción.

El suscrito había hurtado una moneda de diez centavos, de una devuelta que habían colocado encima de la mesa del comedor. Había obedecido a la tentación.

El dulce sabor de las golosinas compradas con aquella moneda de diez, adornada con el frío rostro del Cacique Calarcá, dejó en mis flacas piernas una marca imperecedera, y en mi conciencia La lección eterna de verdad que me había dado mi Padre.

Lo que sí nunca imaginé fue que muchos años después volvería a mi pueblo, a encontrarme con la otra   verdad, la que evolucionó con las generaciones permeadas por el dinero fácil y el cultivo del facilismo en y para todas las actividades del Hombre “Moderno”, donde la legalidad y la responsabilidad, no son virtudes sino manifestaciones inconsistentes de “Viejos fuera de foco y guevones, que se han dejado castrar ideológicamente por sus cuchos”.

Fácilmente, los amigos dejan de serlo cuando descubren que uno no está de su parte en la solución de cualquier tipo de irregularidad.

La agresividad, se convirtió en herramienta fundamental  para atemorizar y obligar al otro a cobijarse con la manta de la ilegalidad.

En mi pueblo: No para todos, pero sí para muchos, Usted no está en nada, si le cancela el valor de cualquier infracción al Estado, cuando por menos de la mitad o una tercera parte, lo puede arreglar con el corrupto.

En un país, donde la corrupción hace más daño que la guerrilla, lo que duele es la indiferencia de los gobernantes, ¿ O será que la corrupción y los vicios de algunos funcionarios del Estado, tiene un costo político tan elevado, que obliga a los manejadores de la cosa pública, a convivir con el flagelo?

Esta, es la pregunta del millón. Pero, para actuar acorde con nuestra realidad, la podemos cuadrar en 500 o 200 mil.

 

 

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